El próximo 15 de mayo la primera supercomputadora científica que tuvo la Argentina cumplirá 50 años. Clementina -así se la llamó- medía 18 metros y contaba con 5 mil válvulas. Era 50 mil veces menos potente que una PC actual y no tenía monitor ni teclado. Un mastodonte que resolvía cálculos astronómicos.
La historia de Clementina comienza el 15 de mayo de 1961 cuando, luego de un extenso proceso de instalación y pruebas, empezó a funcionar en el Instituto de Cálculo, en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEyN) de la Universidad de Buenos Aires.
Al no contar con teclado ni monitor las instrucciones debían ser ingresadas a través de una cinta de papel perforada. Clementina resolvió cálculos astronómicos, ayudó a trazar modelos matemáticos de cuencas fluviales y se empleó en problemas lingüísticos y estadísticos. Alrededor de un centenar personas trabajaba en torno a la máquina, entre las que había matemáticos, físicos, químicos, ingenieros, sociólogos y economistas. Era la vanguardia científica de la época.
Debido a su procedencia británica, cada vez que finalizaba una operación, Clementina emitía la melodía de una canción tradicional inglesa: Oh my Darling Clementine. De aquí proviene el nombre de la primera computadora científica de la Argentina. No obstante, los científicos que trabajaban con Clementina no tardarón en cambiarle la melodía sajona por un tango porteño.
Todo iba bien con Clementina al ritmo del 2 x 4 hasta el golpe de estado de 1966, cuando el general Juan Carlos Onganía derrocó el gobierno democrático de Arturo Illia. Los responsables de traer a Clementina a la Argentina fueron los doctores Rolando García y Manuel Sadosky, decano y vicedecano de la FCEyN, junto con otros profesionales como Alberto González Domínguez y Simón Altmann.
En los episodios que se conocen como La Noche de los Bastones Largos, la policía ingresó a la facultad y detuvo y golpeó a estudiantes y profesores. Entre estos últimos, los responsables de traer a Clementina al país fueron duramente apaleados, principalmente el doctor Sadosky.
Clementina se siguió utilizando unos pocos años más, aunque ya no con su perfil social, sino que se volcó a resolver cuestiones internas: trabajos prácticos de la facultad y de algunos investigadores. En 1970, por falta de recursos y de mantenimiento, Clementina pasó a la historia. Luego de esta breve era de vanguardia tecnológica encabezada por Clementina, la Facultad de Ciencias Exactas careció de computadoras hasta 1983, cuando con el inicio de la democracia la facultad comenzó un proceso de modernización.
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